Por Matías Enríquez (@tutenriquez)
Debutó en River una tarde calurosa de diciembre de 1991, frente a Platense. Aquella tarde, nació el romance. Enganches hacia un lado e inexplicables salidas para el otro. Sus indescifrables gambetas e incesantes quiebres de cintura empezaron a rociar de fútbol el Estadio Monumental. Nunca en mi vida he escuchado tantos “Olé, Olé” provenientes de un solo jugador. Ironía del destino, aquella vez Passarella fue quien lo hizo estrenarse con el manto sagrado. Devenido en presidente, el ex-capitán del seleccionado campeón del mundo en 1978, es quien hoy le negó la vuelta a su segunda casa.
Nunca vi que un futbolista tenga esta capacidad de amague, que trasciende la barrera de la física humana. Ortega representa la sinonimia exacta del argentino volátil. Te lleva del dejar ridículo a un defensor irlandés al cabezazo a Edwin Van Der Sar en un Mundial. De sus problemas extrafutbolísticos a las soluciones que brindaba dentro de un campo de juego, para abrir una defensa. De las risas por sus caños al llanto por los goles en sus vueltas a River. De los aplausos a los insultos, como aquella vez que festejó un gol de Newell´s de cara a la hinchada de River, tapándose el rostro. Con el tiempo, entenderíamos que era un mensaje a la directiva y no a aquellos que estuvieron en Rosario. Aquella vez nos lastimó el corazon. Y así y todo lo continuabamos amando.
Desde lo inexplicable se explica a Ortega. No pretendan definirlo como enganche o wing, a la vieja usanza. Su rebulsivo atrevimiento y desparpajo lo conceptualiza como un fuera de serie. El hincha millonario que lo critica debe agarrar los videos y darse cuenta de todo lo que este humilde jujeño hizo por el club. Les prometo que alguno se le pondrá la piel de gallina con todo lo que este ídolo hizo por el club. No hay que quedarse con esta versión de los últimos tiempos. Aún desde su desperfecto, Ortega siempre fue perfecto para River.
Así es como llega el final de esta historia. El adiós a un jugador que nos demostró que en el fútbol también puede haber alegría, que no todo se trata del ganar a cualquier precio sino también de dar espectáculo y llevar felicidad. Se retira el último de los románticos del fútbol argentino. Así como al Enzo se agradeció eternamente, Ortega también merece un “Eternamente Gracias”. Adiós maestro y gracias por todo.
Recopilación de tres relatos inolvidables de Atilio Costa Febre.
Gol a San Lorenzo
Jugada frente a Lanús
Gol a Chacarita