“Don’t ever underestimate the heart of a champion” o traducido “Nunca subestimes el corazón de un campeón”. Rudy Tomjanovich no dirigió a Manu Ginóbili. La frase data de la temporada 1994-1995 cuando sus Houston Rockets se llevaban el preciado anillo, mientras un joven bahiense debutaba en el riojano Andino Sport. Todo pasó en 1995. El testimonio del ex entrenador, ganador de dos anillos con Houston y campeón olímpico en Sidney 2000, perfectamente podría caberle a Emanuel Ginóbili.
Luego del cuarto partido (caída de San Antonio contra Miami Heat por 109-83) la prensa oportunista no dudo en caerle al bahiense por su baja performance. Steven Smith (ESPN) fue lapidario: “Que el Señor tenga piedad, ha jugado un baloncesto horrible. Tienen que hacer algo para que mejore”. Otros periodistas prefirieron culparlo de los errores de los Spurs y algunos, como el ex ala-pivot de los Suns, Charles Barkley, dijo que“nunca vi a Ginóbili tan pasivo” añadiendo una inusitada falta de carácter.
Quizás, por su fama y prestigio, las críticas de Barkley fueron las que más repercusión tuvieron. Las levantaron en todos lados. Remoto en el tiempo quedaron aquellos mimos de Sir Charles, cuando le dijo en una entrevista que “sos uno de mis jugadores favoritos” y finalizaba los relatos con su característico Ginoooooooobiliiiii. Pese a su hermetismo frente a los medios, seguramente Ginóbili hizo autocrítica. Con una buena dosis de deseo de revancha y de llevar a los Spurs a tierra prometida, el bahiense salió a comerse la cancha, con el visto bueno de Greg Popovich que le otorgó la titularidad. Pop siempre fue incondicional a su talento y compañerismo.
Se lo notaba tranquilo, relajado, asumiendo el compromiso en el que lo puso su coach. Así,sus dos primeros tiros estuvieron envueltos en un manto de incertidumbre. Swishhh. El primer tiro del lado interno de la linea de tres y el segundo detrás de la misma le daban la confianza necesaria para empezar con el pie derecho y poner fin a la sequía en sus anotaciones. 24 puntos y 10 asistencias fueron sus cifras para ratificar su poderío y callar aquellas voces que quisieron alterar su estado zen interno. Como un docente para aquellos que tienen el micrófono fácil, así respondió Tomjanovich, en aquellos años dorados de Houston. Aquel famoso testimonio que, perfectamente, podría caberle al deportista argentino más grande de todos los tiempos (algo que mantendrá aún si no obtiene este título).
@tutenriquez