Por Matías Enríquez (@tutenriquez)
12 goles en 10 partidos. Una sola celebración y un quinto de posibilidades de que haya otro gol. Cada vez nos vamos conformando con menos y en nuestro paladar queda gusto a poco. La estadística es lapidaria. Tan solo tres atrevidos delanteros (Nacho Scocco de Newell’s, Martín Cauteruccio de Quilmes e Iván Borghello de All Boys) suman más de cinco goles. En este indigente fútbol argentino, estos tres nombres son subversivos.
Apenas pasada la mitad del campeonato, no hay un gran equipo que se pueda llevar el título a excepción de Newell’s, hasta ahora único lider. Invicto en el certamen, el equipo de Martino se armó con los arribos europeos de Heinze y Maxi Rodriguez, pero su mejor hombre es Ignacio Scocco. Nacho está ágil, veloz y decisivo en los metros de la verdad. Por partida doble, los leprosos celebran su gran presente y las penurias de su eterno rival, Rosario Central, que naufraga por debajo de la mitad de tabla en el Nacional B.
Los grandes viven horas desiguales. Mientras Boca y River se preparan para jugar el superclásico más devaluado de los últimos años, Independiente encontró un poco de oxigeno, pero lejos está de su archienemigo Racing, que aspira al título, aunque sus jugadores y entrenador manifiesten lo contrario. San Lorenzo quiere mejorar pero los desordenes internos se traducen en el campo de juego, pese a que Caruso ya no sea más el entrenador.
En el fútbol argentino del “todo pasa”, los entrenadores son presos de la dictadura del resultado. El Torneo Inicial se devoró a cinco de ellos (Caruso Lombardi, Arruabarrena, Cristian Diaz, Kudelka y Facundo Sava) y promete que el exilio no se detendrá aquí. Este resultadismo cueste lo que cueste obliga a tomar posturas mas defensivas que garantizan la decadencia futbolística en pos del resultado.
Así nadie aguantará. La trinchera está preparada para cualquiera. Nuestro fútbol se ha quedado sin futbolistas que se salgan del libreto y rompan la muralla numérica de la táctica, beneficiando la belleza del juego. Esta penuria también se ve reflejada en quienes imponen justicia. Los árbitros han dejado claro su falta de experiencia y capacidad para manejar los partidos. El designio de Pablo Lunati para el próximo superclásico lo define como el único referee capaz de manejar ese partido. Así estamos, eso es el fútbol argentino.