Por Matías Enríquez
Desde el comienzo del desarrollo de este blog, nunca tuve la oportunidad de realizar una nota acerca de un presente saludable de los dos clubes más grandes del fútbol argentino, previo a un superclásico, como el que se disputará el próximo martes. Con actualidades lamentables y, luego de perder contra Argentinos y All Boys, Boca y River saldrán a la cancha en uno de los clásicos mas devaluados de los últimos tiempos.
En Boca de Todos.
Con la vuelta de Riquelme frente a Argentinos, en Boca se agudizó la crisis. El equipo no rinde a la altura de lo que pide el técnico Borghi. En nombres, Boca tiene un equipo atractivo pero esos mismos nombres, figuras en otros equipos y tiempos, estan naufragando en niveles pésimos. Ni Medel es el de años anteriores ni el propio Mendéz (alguna vez nombrado para la selección) está en el nivel de Central. El arquero y la defensa ya no brindan la seguridad (salvo el caso de Caruzzo) que suelen tener los equipos de Boca. Palermo y Viatri no logran compartir la posición de doble 9. Actúan como un fenomenal suplemento pero no logran complementarse. En el partido de Argentinos, se evidenció la falta de oportunismo de sus dos delanteros y una alarmante inseguridad defensiva. Todo esto se potencia por el deseo de la Asociación de Fútbol Profesional de Chile de contratar a Borghi para seleccionador del equipo, tras la dimisión de Marcelo Bielsa.
River y el eterno fantasma.
Condenado a la zona de promoción, por méritos propios, en River «la casa no está en orden». Algunos directivos prefieren que Cappa renuncie y se rumorea el nombre de Gallego. A diferencia de Boca, debajo de los tres palos River cuenta con un extraordinario JP Carrizo. En la defensa, River es demasiado irregular. Ni Arano muestra proyección ni se logra encontrar la dupla central titular entre Ferrero, Maidana y Román. Almeyda, aún con su vejez, es el alma del equipo. Es tan dependiente River de Almeyda como lo es Boca de Riquelme. Pavone demuestra sus condiciones y Funes Mori no logra convencer del todo, pese a sus condiciones atléticas. Con tanta incertidumbre por el técnico y por lo que puede dar este equipo, en Nuñez esperan que el superclásico sea el despegue para tratar de terminar el año fuera de la promoción, algo que parece imposible.
Hay cierta sensación en el aire de que Boca juega peor que River, al menos eso demuestra partido tras partido. A pesar de ello, hay una clara realidad: River esta peor que Boca. Muchos, ansiosos de ver rodar cabezas, presumen que el superclásico provocará una renuncia inmediata. Puede llegar a darse un partido abierto por las irregulares defensas de los dos equipos. El próximo martes se verán las caras dos equipos que supieron marcar tendencia en el fútbol argentino, en un superclásico en el que la única que reina es la incertidumbre.