Por Matías Enríquez
A 5 fechas de que termine el campeonato, hay varios equipos con chances de coronarse campeón. Maquillado por los medios de prensa como un campeonato vibrante y apasionante, el fútbol argentino atraviesa un estado crítico. Con dos líderes absolutos -Newell’s y Banfield- y diez (¡sí, diez!) equipos como escoltas, el torneo esta disparando sus últimos cartuchos.
Este torneo Apertura estuvo signado por la debilidad de los denominados «grandes«. Fe de lo dicho son los casos de River y Boca que, por no alcanzar los puntos necesarios, estarán ausentes en la próxima Copa Libertadores (algo que no sucedia desde 1992). Dentro de nuestros representantes en la cita más importante de clubes de América no estarán los dos equipos más poderosos de Argentina. Desde Avellaneda tampoco hay noticias alentadores; mientras Independiente, el mejor de los grandes en la tabla, no da muestras fehacientes de ser el equipo que se consagre por su irregular juego, en Racing la cosa no esta mucho mejor. Desde la ida de Caruso, Vivas no supo encontrarle la vuelta a un equipo que parece destinado a la promoción. San Lorenzo, uno de los mejores equipos en las primeras fechas, vivió un tsunami de dos semanas que lo dejó prácticamente fuera del campeonato y eliminado de la Sudamericana.
Mientras tanto en la tabla aparecen dos sorprendentes lideres: El Newell’s de Sensini y el Banfield de Falcioni. Los rosarinos cuentan con un juego un tanto más vistoso que los del sur de Buenos Aires. Sin embargo, Banfield no perdió ningún partido en el torneo y, para muchos, será el campeón del fútbol argentino, hecho que sería histórico de concretarse. Con los yoruguas Silva y «Papelito» Fernández como líderes del ataque, el equipo de Falcioni es puro coraje. Tán solo Walter Ervitti y James Rodríguez ofrecen una distorsión del libreto oficial que pregona el inoxidable Falcioni.
Peratta, Schiavi, Bernardi, Fórmica y Boghossian son los nombres que constituyen la columna vertebral del equipo de Sensini. «Boquita» se debe llevar todos los méritos por el descubrimiento de Boghossian y Achucarro. De no haber sido por la brillante campaña de Silva, Boghossian sería el goleador del torneo, sin lugar a dudas. Newell’s enfrentará a Central este domingo para dar el salto necesario, desde lo anímico y lo estadístico, para llegar al tramo final como el gran candidato.
Banfield, Newell’s y cualquier otro puede ser campeón en un abánico de nombres que van desde Colón hasta Lanús pasando por Velez, Estudiantes, Independiente y el propio Central. En cinco semanas, el torneo dará un nombre que será archivado en los libros por el mero hecho de ser campeón. Pero que no hayan dudas: en unos años, nadie recordará al campeónde este certamen más allá del rótulo. Ningún equipo ofrece algo interesante e innovador. Tán sólo el Huracán del verborrágico Cappa se animó a «algo distinto» en el Clausura 09, pero la inexistente justicia del fútbol le jugó una mala pasada (hablando de justicia, un modesto pedido a la FIFA: Francia vs. Irlanda debería jugarse de nuevo para limpiar un poco la imagen en el deporte).
Distribuido como «El fútbol es de todos», el Estado no supo sacar réditos de un negocio que no falla. Solamente una pésima administración no puede sacarle ganancias a una auténtica «mina de oro» como es el fútbol en nuestro país. Las transmisiones de los partidos son tremendamente aburridas y los comerciales destiñen la vista con propaganda oficialista ‘a rolete’. Con el deseo de nacionalizar el torneo, al gobierno se le cegó la vista a la hora de conseguir auspiciantes. Es incomprensible que el fútbol otorge números rojos a las arcas del Estado.
A pesar de todo, el certámen llega a sus momentos finales. Mientras Cristina ruega para que Gimnasia escape de la promoción, Nestor se lamenta por la campaña de su débil Racing. La política y el deporte vuelven a mezclarse en un torneo que es el fiel reflejo de la clase política que nos gobierna: sin ideas nuevas, poco vistoso y sin lugar a dudas, con una fuerte carencia figuras.